Monday, June 26, 2006

LAS PIEDRAS

Las noticias del periódico dan cuenta de la pobreza extrema en que miles de familias viven. Por otro lado la pobreza esta ligada a la falta de educación. A su vez la educación esta unida indiscutiblemente con las posibilidades de trabajo, y este con la remuneración. El problema es cuando esta escasea a niveles de sobre vivencia y la delincuencia se da como collera y sinónimo de este macabro juego de palabras y conceptos y allí, es donde Jacinta entra, porque dado todos los argumentos anteriores y muchos otros más, es que cuando llegó a su casa, después de un día pesado, se quedó perpleja al descubrir su hogar violado y violentado. Sus blancas manos las llevó a la cara como tapándose con asombro su boca abierta de pavor. Miró, y cada cajón, que la casa guardaba, se encontraba en el suelo tirado, desparramado, mezclando la ropa interior con las cartas de amor, con los remedios y los pañuelos de seda. Corrió a su closet y saltando el desorden y el caos, se lanzó a llorar; las joyas, si las joyas también habían desaparecido, junto a la cajita de fondo empotrada en la pared.

Por supuesto que nadie del edificio vio nada. El conserje admitió solo haberse movido cuando la señora Luchita lo llamó para que le cambiara la ampolleta de la luz del comedor, como ha esos de las cinco de la tarde. Carabineros llegó a menos de diez minutos del llamado y el alcalde da explicaciones a la prensa que el plan cuadrante está funcionando, solo que los vecinos aún no han aprendido a manejarlo, que probablemente……

Investigaciones le pide que no toque nada, que hay muchas huellas, que es similar al robo de la señora Astaburuaga, que…… y ella recorre como alma en pena, lo que hasta ayer era su intimidad.

- Aravena, son flaiter primerizos
- No me digas que dejaron cagado
- ¿Cómo que hay caca? Pregunta casi con un hilo de voz Jacinta
- Si, eso lo hacen siempre los que se inician, para la buena suerte
- ¡Dios dio!

Y sin aspaviento, Tapia, recoge y limpia la caca, evitándole así a Jacinta un desagrado más, de su ya inolvidable día.

Una vez sola, repasó cada rincón, pasando la lista mental que otras cosas habían sido robadas, y reparó también que todo lo que era electrónico, como toda su ropa de cuero, y unas botellas de licores que guardaba en el closet de la entrada también faltaban. Un asco tremendo la invadió, y una pena profundo electrizó su corazón.

Jacinta era hija de profesionales de clase media esforzada y emergente. Era la mayor por lo que era producto del rigor, o al menos así ella lo sentía; su padre solía decir que “como se criaba derechito al mayor, los demás solitos derechitos caminaban”. Y esa frase había sido la diferencia entre ella y sus otros dos hermanos.

No le había faltada nada, como tampoco le había sobrado nada. Hubiese deseado tener muchas cosas que sus compañeras de curso vivían con normalidad, pero la meta de educación de sus progenitores no se lo permitió, y con los años, tampoco fue tan traumático, lo había comprendido mucho mejor, cuando preparando su examen de grado, le descubren el cáncer a su madre y así y todo, con la fiereza de la enfermedad, pudieron asistirla dignamente hasta el final.

En eso estaba, cuidando una tarde a su madre, cuando esperó que el padre fuese a buscar una receta de un remedio para calmar sus dolores, y sus hermanos aún no regresaban a casa, y con una seña e incorporándose a la cama le pide que la ayude a llegar al pasillo.

- Mamá ¿ para que?
- Busca una escalera, o un piso y súbete al techo
- Cómo ¿abro esta ventanita del entretecho?
- Si, apúrate antes que llegue tu padre
- Mamá ¿Qué pasa?
- Mete la mano lo más adentro posible hacia la derecha
- Que nervio, ya veo que toco una araña, o un ratón. ¿Pero que quieres que saque?
- Busca una pelota de calcetín
- No encuentro nada
- Por Dios Jacinta, que mala voluntad, si te lo pido es porque yo no puedo hacerlo.
- Ya mamá, aquí está.

De vuelta en la cama, pálida y sudorosa, sintieron que la mampara se abría.
- Guárdalas entre el colchón y el somier
- ¿Qué onda mama?

- Que pálida estas, le comenta Mauricio a su mujer
- Si debe ser que tuve muchos dolores, pero ya la cosa se calmo
- El doctor me dijo que podías tomar una dosis más de Kadian

El tiempo pasó y Jacinta no encontraba la oportunidad de saber que contenía esa tremenda pelota de calcetín que tan pesada se sentía, y cada vez que intentaba preguntarle, como por arte de magia, alguien en la pieza entraba. María ya no se levantaba, pero el último domingo de Agosto, pidió con insistencia que almorzaran todos juntos en el comedor. Negociaron que mejor sería en la salita, para que no tuvieres que bajar las escaleras y no cansarse tanto. Lucia mejor que cualquier día, incluso solicitó bañarse y lavarse el pelo. Jacinta la ayudó, y en la tina, cuando le desenredaba el pelo, la mandó a buscar desde dentro de la rejilla del costado de la tina, la famosa pelota de calcetín.

Ahí, desnuda y mojada, sacó lo que durante veinte y dos años había escondido y coleccionado;
- Jacinta, me propuse apenas nacisteis que tendrías estas joyas, y que cumplirán tantas misiones en tu vida como…
- Mamá ¿De donde sacaste todo esto?
- Las fui adquiriendo para ti, las perlas úsalas en lo clásico, un traje dos piezas chanel..
- ¡Que lindas!
- Los rubíes, úsalos cuando sientas el amor puro, fuerte apasionado, la esmeralda cuando pierdas la confianza, la esperanza…

Lunes, después del último domingo de agosto.

La madre de Jacinta murió; pálida, ojerosa, pero con una sonrisa de complicidad….

Tres meses después, Jacinta se encuentra viajando a Nueva York; nunca se imaginó, que su primer trabajo sería fuera de su país. Extrañaba a su madre, pero el viejo y pesado calcetín, parecido a una pelota la acompañaba. Estaba nerviosa que policía internacional pensara en un robo, o en un tráfico. Las había dividido entre lo que se había puesto, más lo que llevaba en su cartera, en el necees iré. Ya sentada en el avión se miró una y otra vez las manos; por primera vez se había colocado el juego de esmeraldas, y frotaba sus manos, sintiendo a su madre en cada una de sus joyas. Parecía sentirse acompañada.

El añillo de esmeralda rodeada de brillantes; claro verde de esperanza.
La pulsera de esmeralda de color verde claro y corte clásico, de pureza alta ya parecía sin jardines, y Jacinta se preguntaba cuanto costaría, y como había logrado hacerse de esa pequeña fortuna, cuando los sueldos de sus padres eran solamente para educación, alimentación y salud, bueno y vivienda, pero vehículo propio, vacaciones o entretención solo las habían conocido por unos primos lejanos de su madre que cada cierto tiempo iban a visitarlos.

Por primera vez, una cosa que no fuese un libro tenía un valor afectivo y Jacinta sentía que todos los ojos estaban puestos en ella, en sus aros, en su colgante, en fin en la esperanza…de su madre. ¿Por qué dejarle joyas?

Ya en Nueva York, se integró cada día mejor a lo que fue el idioma y la nueva vida.
Armó cierto rito como dejar todas las joyas en la caja de fondo del banco First Fidelity, y llevarse a su pequeño loft, solo el juego que usaría esa semana.

Si la semana la sentía cargada de reuniones, entonces le daba preferencia a las perlas. En los dos años que llevaba en Nueva York, nunca había usado los rubíes. Eran de pasión, le había dicho su madre, y eso todavía no lo había vivido; a cambio había usado un anillo solo, sin aros ni pulsera, parecida la piedra a un mármol rosado. Averiguando descubrió que era una piedra poco común en joyería llamada rodonita de origen más bien europeo y cuya característica era amainar los dolores de la menstruación. Claro entendió porque entonces su madre le decía que guardaba el poder de combatir los dolores de ovarios, pero como Jacinta nunca los había sentido, su madre nunca le había entregado el anillo.

Cada viernes, al medio día, don Dean, la esperaba para bajarla a la bóveda del banco y hacer el cambio semanal. Habían acordado que el viernes que no llegase, Mr. Dean enviara a Chile una carta sellada, que ella había dejado en custodia, a su familia.

- Mr Dean! Que gusto verlo, me acompaña que ando apurada
- Yes my lady - How is coming next week?
- Only pearls, only pearls

Había desarrollado una especie de obsesión al descubrir este nuevo idioma de símbolos que su madre le había dejado en herencia., creía, que más que un ahorro era todo un leguaje del conocimiento, y lleno de simbología en relación a que al igual que las estrellas, las piedras preciosas y semipreciosas, tienen una energía especial, y eso era en definitiva lo que su madre le regalaba. Una energía para cada día. La piedras comunes representaban a estrellas comunes, las semipreciosas a constelaciones zodiacales, y la reina de todas era el diamante; por eso solo contaba con un solitario de tamaño bastante prominente, y el uso de ese y su energía, solo lo usaría a partir del día que se casara, casi como un amuleto y talismán.

Llegaba navidad y su hermano menor se había recibido de abogado. Era el momento de regresar al menos a pasar las vacaciones.

- Mr Dean, mañana viajo a Chile por dos semanas, si el viernes de la primera quincena de enero no he venido al banco, recuerde enviar la carta que está en custodia.
- Ok, don t worried.

El vuelo de american salía cerca de las diez de la noche. Había decidido viajar solo con rubíes, algo presentía y la mantenía inquieta.

Sentada en una de las filas de atrás, y leyendo una novelita comprada en el aeropuerto, cerro los ojos de cansancio y su cuerpo se acomodó mientras se relajaba y entraba en lo profundo de su sueño. Su libro se cayó en la falda de su compañero de asiento y la primera frase que observó fue..”L' Amour che mueve il Sole e I´altre stelle”

Despertó incómoda y avergonzada; caso la mitad de su cuerpo se sostenía sobre el hombro de su vecino, quien la miraba, con unos enormes ojos oscuros debajo de una cejas muy espesas.

- Perdón, me he dormido y .. le he molestado … no me di cuenta….
- No, no se preocupe, ha sido reciente y yo también vengo despertando
- Que bueno, me deja más tranquila de……
- Discúlpeme usted, probablemente la desperté al recoger de mi falda su libro. Me pareció interesante la frase que alcancé a leer.
- ¿Cuál?
- Parece que quedó en ..”L 'Amour che mueve il Sole e I´altre stelle”
- Ah si el amor que mueve el sol y las demás estrellas. Me quedé pensando en eso cuando me dormí. Dante me hizo dormir con su Divina Comedia
- Y yo Alberto la desperté.
- No si yo crea que ya estamos próximo a aterrizar.
- En todo caso, por el silencio del avión le diría que aún falta su rato..

Las tres horas de vuelo que quedaban, para Jacinta fue un suspiro. Un intercambio de tarjetas y un nos vemos la dejó ilusionada.

El primer viernes en Chile le pareció extraño; por primera vez en los últimos dos años y medio no se dirigía al banco, no saludaba a Mr. Dean y no cambiaba de joyas.

Su familia, le comentó de sus rubíes, y le dejaron entrever el buen trabajo que tenía. Ella se limitó a comentar, que las joyas eran como su madre, pura energía y cambio de tema.

Para el día de año nuevo, la ansiedad la mataba. Había pasado más de una semana y aún su enigmático amigo no la llamaba, y sin embrago esperaba el año nuevo pasarlo con él. La fiesta familiar no la calmaba, y en un instante recordó el pasillo, recordó a su madre y un ¡Jacinta te llaman por teléfono! Se escucho gritar a su padre.

- Alo
-
- Perfecto
-
- A la una te espero
-
- Bye

Debería haber traído el anillo de betilo, pensó Jacinta. Claro el Betilo se decía que era la comunicación perfecta entre el cielo y la tierra, y eso había ocurrido instantes previos a la llamada de Alberto. Una comunicación entre su madre y ella.

Eran cerca de las siete de la tarde. Pidió un radio taxi y salió en busca de un vestido, cerca de las diez de la noche, bajo, toda de rojo, su padre, sus hermanos, y los primos lejanos de su madre no daban crédito a lo hermosa que se mostraba y lo radiante que lucia.

Nadie la vio salir.

Un semana después volvía a Nueva York.

Mr Dean la esperó el viernes a medio día.

Para su primer aniversario, Jacinta le regaló a Alberto unas colleras de Topacio, en representación de sus virtudes y también porque es bueno para el sistema nervioso y digestivo con el cual tenía algunos problemas.

Después de un tiempo, Jacinta fue trasladada a Chile.

Se despidió de Mr Dean y nuevamente realizó la operación del traslado y viaje con sus joyas.

Alberto regresaría en un par de meses más.

Recién se había mudado a su departamento,
No había alcanzado a decorarlo. Aún más, todavía no le llegaban sus muebles desde USA.
Su hermano, le había empotrado una caja de fondo pequeña en su closet
Sus energías había sido robadas y el recuerdo de su madre ultrajado.

Saturday, June 24, 2006

LA OFICINA

La oficina estaba al tanto de la operación que ella estaba llevando a cabo para comprar su primera casa. Aún más; le había ofrecido su jefe ser aval en caso que el banco se lo exigiera. Llevaba treintas dos años trabajando, desde que don José Manuel había fundado el estudio y su lealtad y eficiencia debían ser recompensadas.

María soñaba con su jardín rodeado de margaritas, y en el fondo del patio un limonero.
Jamás plantaría un jazmín, pensó y no era para menos. Le traía a la memoria la muerte de su abuela, donde toda la casa se había impregnado de un pastoso olor, que tiempo después lo asoció a las únicas flores durante el velatorio y funeral.

Don José Manuel, asistía a la oficina solo en las mañanas. Su edad, y posición socio-económica se lo permitía. En las tardes, tres veces por semana, asistía al club de Golf a jugar al menos ocho hoyos. Su médico se lo había aconsejado Era un deporte que lo distensionaba, y lo mantenía activo, lo que era beneficioso para detener la artrosis de las rodillas y que tanto dolor le provocaban. María era quién pedía la cancha, se encargaba se pagar las cuentas y cuotas, de tenerle el auto listo y el chofer a tiempo, y sin embrago, en las noches, cuando ella se desvelaba se imaginaba como era y como se jugaba en una cancha de golf. Había visto en más de una oportunidad los palos, y no entendía que don José Manuel no ocupara solo uno, sino que llevara tremenda mochila al hombro años atrás y ahora, Benito, un chico, hijo del profesor de tenis del club, le llevara el carrito.
Aún más, incluso, había importado un juego completo y había decidido por el, traerle uno de calidad inferior a su hijo, también José Manuel, e igual de listo que su padre.

- María tomaste la cancha para mañana?
- Si, don José Manuel
- Te confirmó Ramiro su asistencia?
- No don Ramiro esta en Argentina
- Tienes razón. Cada día se me están olvidando más las cosas. Debe ser la vejez
- No don José Manuel, fíjese como está para su edad, no tiene guata, una agilidad que un chiquillo se la quisiera, un apetito voraz y
No la dejó terminar. La había escuchado durante treinta dos años decirle todo lo que él en algún momento quería escuchar, o lo que ella creía que él quería escuchar.
- Ya mujer, no cacareas tanto y dime quién va entonces
- Don Luis Alfredo hijo.
- Recuérdame mañana de firmar la carta de patrocinio.
- Hasta luego don José Manuel y que tenga una buena tarde.

Observó que el ascensor descendiera y corrió a tomar su cartera, metiendo un sobre pequeño que estaba en su primer cajón del escritorio. No era su hora de almuerzo, pero aprovecho el poco trabajo para escaparse hacer su última diligencia. Ver si el crédito hipotecario le había sido aprobado. No estaba de ánimo esperar la carta certificada. En el trayecto se cruzó con Rafael, el junior de la oficina, y quién la molestaba con su soltería.
Ella guardaba silencia. Nunca le había contestado nada, solo se sonreía y bajaba la mirada, generalmente continuaba tipiando en el computador. Pero esta vez, Rafael se salió de pista, y de una vereda a la otra le grito:
- María la soltería te ha puesto con la cara partía
Que le pasará a este muchacho pensó, tan irreverente y don José Manuel cree que es tan educado.
Una vez en el banco, la ejecutiva del crédito le informó que faltaba el último papel; Un certificado de matrimonio
- No, soy soltera
- Entonces una declaración jurada ante notario
- Señorita, como no lo pidieron antes, llevó seis meses en esto y ahora me salen con el certificado
- Esto lo piden siempre, ve que si es casada y mañana se muere hay que saber quién hereda y todo ese lío
- No si yo no estoy en contra, solo el tiempo que me han hecho perder. Pero mañana se lo traiga, ya que ahora no alcanzo.

Pasó de inmediato a la notaria de Valdés, y retiró el número, era su día de suerte, el próximo número le tocaba a ella. La pizarra luminosa le mostró su número y el cubículo seis la atenderían.

Pasó su célula de identidad y solicitó el certificado. En menos de diez minutos lo tenía en sus manos y cuatro mil quinientos pesos menos en su cartera. Que buen oficio, comentó en voz baja. Lo suficientemente fuerte para que el señor de al lado le consintiera con un meneo de cabeza.

Cuando volvió a la oficina, aún no eran las tres. Aprovecho de revisar su mail y aterrada nuevamente encontró el diabólico mensaje. Apagó el computador como buscando que se borrase, pero solo consiguió borrar la carta de patrocinio que no había guardado con el apuro.

Por primera vez se sintió débil en su trabajo. Por primera vez recordó lo que tanto daño le
había causado.

Recordó su infancia, su vida con su abuela, su madre y su tía, y en ese mismo orden era la autoridad. La abuela la dura, la formadora, la exigente, la que nada le permitía y la que gracias a ella sentía que había llegado a ser alguien en la vida. La madre, la de la locura, la de la imaginación desbordante, la del cutis de porcelana, y del hablar atropellado y la tía, latía era la fea de este matriarcado, pera era la de los afectos, la que siempre estaba a punto de contarle algo que jamás le había contado y ahora ya era tarde para eso.
Recordó sus juegos en las escaleras de su bloc. Claro todas trabajaban para ella, y cada una le exigía de acuerdo a sus expectativas. En algún momento había sido la “rica del bloc”, la que tenía el uniforme completo y los pecosbiles más afranelados. La única que tenía botas para la lluvia, claro de goma negras y de una hija de la patrona de su tía, pero en definitiva botas al fin a acabo.

Esperó que todos terminaran su día laboral y volvió a ingresar a su computador. Nuevamente el mensaje apareció. El frió y la transpiración de sus manos se hizo presente. Había decidido investigar de donde provenía tal cantidad de mensaje.

Como quién se prepara para ver su mejor película, María fue en busca de un vaso de agua, recordó que don José Manuel hijo acostumbraba a tomar un tranquilizante cada vez que debía defender un caso en la corte de apelaciones, y por primera vez, abrió el cajón del escritorio, buscó entre los papeles y encontró una cajita de “Tricalma”, sacó uno, revisó que todas las puertas estuviesen bien cerradas, se fijó en la alarma y se sentó frente a su escritorio.

Sintió su corazón latir con tanta fuerza como cuando… La alarma de una ambulancia la hizo volver en si, y ajustando el cuello de la chaqueta, tomo el ascensor y bajo las escaleras del metro poco antes de las ocho de la noche.

En el trayecto a casa, no pudo dejar de pensar en el misterio que rodeaba todo lo que ella conocía como familia. Nunca un hombre, ni abuelo, ni tío , ni padre, ni hermano, y cada vez que intentaba preguntar, su madre era sacada de la habitación, su tía casi decía lo que no decía y su abuela la llamaba al deber ser o hacer. Se pasó una estación. La noche estaba cálida, el viento de lluvia mecía las ramas de los viejos robles de la a venida Arcaya, y taconeando en el cemento se perdió hasta entrar en la penúltima puerta del cité.

Miércoles, le tocaba la blusa beige, dejó la ropa en la sillita de la esquina y sin ver ni las noticias se durmió placidamente.

Nunca había despertado a las siete. Asustada saltó de la cama y corriendo sin desayunar caminó las tres cuadras que la separaban de la estación del metro. A las nueve cinco apareció. Don José Manuel ya había solicitado su clásico te puro. La vio entrar colorada, casi jadeando, solicito la carta de patrocinio y con voz temblorosa le respondió que de inmediato.

Al entrar a la oficina, se sentó frente a su jefe, estaba decidida a contarle, pero era la hora en que Rafael, debía salir hacer el recorrido y preguntaba si debía ir al banco. Don José Manuel se enredó en la mañana y María se tranquilizó un poco.

A media mañana, cuando el café se había enfriado en su escritorio y don José Manuel la llamaba insistentemente, su hijo don José Manuel la encontró, recostada en su escritorio, con las manos sobre las teclas del computador, y en la pantalla muchas eses y rayas se marcaban y un hilo de sangre le salía de entremedio de sus dos dientes superiores delanteros.
Hoy, su epitafio reza.”Así como llegó se fue”

Saturday, June 03, 2006

EL TAXISTA

Había bajado las escaleras de su oficina corriendo de dos en dos los peldaños, después de la llamada recibida. En la calle, la gente pululaba, era la hora de más alto tráfico, por lo que tomar el taxi le demoró más de quince minutos. Una vez en el, le solicitó al chofer que lo llevase a la plaza de San Enrique, casi en las afueras de Santiago, o al menos a varios kilómetros hacia el oriente, casi al pie de la majestuosa cordillera. Mientras el taxista lo observaba por el espejo retrovisor, notó que el hombre, buscaba desesperadamente algo en cada uno de sus bolsillos, tanto de la chaqueta como del pantalón. Esto no dejó de hacerlo casi hasta la dirección indicada, cuando en una luz roja, sin mediar palabra alguna y sin previo aviso el hombre, salió corriendo del vehículo detenido y atravezó la avenida en sentido contrario, perdiéndose entre medio de los autos que ha esa hora salían desde el Líder.
Patricio no entendió nada. Su carrera de más de siete mil pesos se había visto casi imaginada. Una parte para bencina, otra para la vieja, otra para amortiguar gastos del auto. Así de ordenado era. Y cada vez que tomaba un pasajero, cada vez hacía la misma operación, casi como un ritual. Ah! Las monedas que no ocupaba para vuelto las depositaba en una caja de zapatos forrada en un género acolchado y esas solamente eran usadas para vacacionar.
Una vez que pudo, se fue cambiando de carril hasta llegar al más cercano a la vereda. Ahí en una esquina, un grupo de personas rodeaban a alguien caído en el suelo. Al doblar pudo reconocer la ropa, era la del hombre que había trasladado desde Providencia, aquel que en la luz roja se había bajado en forma rauda y misteriosa. Quiso estacionar, pero la fila de auto, y el anuncio de “no detenerse ni estacionar en toda la cuadra” no se lo permitieron. Cuando por fin pudo hacerlo, corrió a pesar de sus casi setenta y cinco años, lo más rápido que su organismo le permitía, pero las casi tres cuadras que le separaban eran una distancia bastante mayor, para ya su cansado corazón.
Logró llegar, el hombre había sido trasladado en una ambulancia de un consultorio cercano, que había sido llamada por un transeúnte a través de su celular. Las dos mujeres que permanecían ahí copuchando lo acontecido, le dieron un poco más de información.
Había alcanzado a nombrar varias veces un nombre, pero las mujeres entre el ruido de la avenida y la sordera propia de la edad, no lo habían podido retener. En eso se había silenciado, solo su pierna izquierda, producía pequeños estertores, signos únicos de vida, aparentemente.
El hombre, pensó que debió ser llevado al consultorio más cercano y en una rápida carrera, en pocos minutos llegó.
Al mirar atrás, vio que el respaldo del asiento estaba con una tremenda mancha de un líquido rojizo, parecido a sangre. Aterrado lo toco como buscando verificar, pero ya era tarde; los dos carabineros de guardia estaban indagando el motivo de tan sospechosa mancha, más aún cuando el hombre había sido trasladado a un centro mayor por la gravedad.
Patricio se vio entonces envuelto en algo que jamás pensó. Su hermano gemelo acudió a la comisaría después de un llamado recibido y una vez que le habían leído la “cartilla” de sus derechos, entre los cuales estaba avisarle a un familiar.
Patricio le imploró el cambio de rol a su hermano, necesitaba medio día solamente, medio día que cambiaría su vida.
Salió con la vestimenta de Miguel, y tomó el primer bus que pasó, después de caminar cerca de una cuadra mirando constantemente hacia atrás, sin convérsense aún que había logrado burlar con el parecido de su gemelo a los policías. Era primera vez que sentía que Miguel le era útil en algo.
Llegó a la Posta del Salvador, en pleno centro de la ciudad preguntando por el hombre, que suponía que tenía una herida en su espalda, y que vestía un traje azul, de rasgos delicados y socialmente acomodado. Después de múltiples esperas y trasmites, descubrió que entró como NN, ya que no portaba documentación alguna y esperando en un pasillo, recostado en una sucia camilla para que lo atendieran, en un momento de descuido, se fugó.
Patricio deprimido, le pidió a un colega que esperaba pasajero, que lo llevase a Providencia a la altura de donde aquel hombre lo había contratado para ser llevado a la plaza de San Enrique. Caminó cerca de tres horas, preguntando e investigando. Las pistas lo derivaban de un lugar a otro, hasta al fin el dueño de un carro de frutas, le contó que trabajaba hacía más de quince años en el edificio del frente, y que era su casero habitual, en la época de las brevas.
Debió esperar otra medio hora más hasta encontrar al conserje quién estaba haciendo aseo en el piso superior.
- ¡Ah! El asesor, si trabaja en la oficina 602
- ¿Tiene llaves para entrar y buscar algún antecedente que nos permita avisarle a un familiar de lo ocurrido?
- No, era muy introvertido, pero a su vez muy amable de modo, y aparte del saludo de buenos días y hasta luego, nunca le escuché otra frase.
- ¿Y el administrador podrá tenerla?
- No, era propietario, y algo desconfiado
Efectivamente, en la oficina 602, había un letrero que solo mencionaba “Asesor”.
Patricio se percató que la puerta estaba casi cerrada, pero un suave empujón la abrió de par en par. La sorpresa fue mayúscula. No había nada en los tres ambientes que la componían, ni siquiera un teléfono, ni un soquete para una ampolleta, ni rastros de haber bajado un hombre las esclareas de dos en dos, hacía solo un par de horas atrás.
Buscó al conserje y este petrificado le contó que ha esa oficina entraba un sin número de gente,
que lo había visto salir corriendo cerca de las diez de la mañana de ese día, que no ha existido mudanza alguna en los últimos siete meses, cuando se incorporó al piso noveno la empresa Investiment and Rope CO.
Olvidándose de Miguel, partió a su casa. La llegada sin su taxi, y sin dinero despertó la sospecha de su mujer que algo extraño había pasado. Pensó en un asalto, pero al verlo vivo, no quiso hacer preguntas. ¿Para que si al menos lo tenia?
Cabizbajo, y sin hambre, decidió acostarse. Su pijama listado de franela, y el chaleco tejido por la vieja, apaciguaron los fríos internos producto más del día vivido que del propio clima. Mientras María terminaba de recoger la meza y se disponía a acostarse, sonó la puerta suavemente. Pensó que era su hija que vivía en la media agua de atrás y que venía a conversar. ¡Patricio! Grito y cayó desmayada.
Corriendo Patricio apareció. Quedó perplejo al ver a su mujer en el suelo, y con ademanes de silencio y como disculpándose el hombre, se encontraba frente a él.
Al cabo del un tiempo en que la mujer volvió en si, el hombre sin aceptar sentarse, ni un café, y parado siempre de frente, como escondiendo su espalda, solicitó que lo enterrara en su mausoleo familiar.
El trámite se llevó a efecto el 31 de julio, después que el cementerio había cerrado sus puertas, y Patricio sin preguntar nada realizó tan difícil y macabra misión. …
A las ocho de la mañana del día siguiente, acudió a la comisaría a cambiarse con su hermano, este había sido trasladado al juzgado, y de ahí engrillado a la cárcel. El proceso continua, el taxi retenido, Patricio sin trabajo; solo sus ahorros para vacacionar le han permitido seguir viviendo.
Ah!!!! El otro gemelo?

Pasó un tiempo y una vez que llegaron los resultados de los exámenes realizados al respaldo del asiento del taxi, que arrojaron lo siguiente:
“Tejido líquido formado por glóbulos rojos y blancos, no existiendo plaquetas ni plasma.”, y no habiendo cuerpo del delito, dejó la prisión para encontrarse con su hermano, el cual por primera vez le había servido para algo.